La evolución de la mortalidad infantil en Argentina

Autor: Guillermo Bozzoli, fellow en la Fundación Bunge y Born
Imaginemos a un recién nacido: queremos que tenga una infancia saludable, con un desarrollo físico y emocional que le permita construir un futuro con oportunidades. Sin embargo, la realidad muchas veces se aleja de estas aspiraciones. Algunos niños no llegan a cumplir su primer año de vida y otros atraviesan privaciones en sus primeros años que pueden marcar el resto de sus vidas. Esto no es solo una percepción: múltiples investigaciones han demostrado cómo las condiciones en la primera infancia tienen efectos persistentes.
La tasa de mortalidad infantil (TMI) es un indicador clave para entender el bienestar de los niños en su primer año de vida. Es ampliamente utilizada porque:
- Se actualiza año a año, permitiendo un monitoreo más continuo que los datos censales.
- En Argentina, permite desagregar información a nivel provincial e incluso por distritos.
- Incluye a la población rural, algo que no ocurre con otros indicadores como la tasa de pobreza.
Más allá de los números, la TMI es un reflejo de carencias que afectan la infancia. Es un “espejo” que nos permite diagnosticar problemas y trabajar en soluciones de manera focalizada. Medir la TMI implica no pasar por alto las dificultades que atraviesan los niños en una etapa crucial de su desarrollo.
Argentina en 2023: cifras y desigualdades
La mayoría de los niños registrados en las estadísticas supera el primer año de vida. En 2023, la TMI en Argentina fue de 8 muertes por cada 1.000 nacidos vivos. Para hacernos una idea de lo que esto significa, con los últimos datos de los que disponemos, cada año nacen alrededor de 1250 niños por día. Sin embargo, aproximadamente 10 de ellos no llegan a cumplir su primer año de vida.
¿Es una cifra alta o baja? En términos históricos, es baja. Hace medio siglo, en algunos países con tasas extremas, 1 de cada 5 niños moría antes de su primer año de vida. En Argentina, la TMI también ha disminuido significativamente con el tiempo. Sin embargo, la proporción de mortalidad infantil sigue siendo desigual según la región.
Si analizamos los datos desde 1980, encontramos variaciones geográficas marcadas. Algunas provincias mantienen tasas más elevadas que otras, lo que refleja desigualdades persistentes.

Las desigualdades en el territorio
Crecer en un contexto de alta mortalidad infantil implica enfrentar múltiples privaciones:
- Carencias nutricionales.
- Deficiencias en el acceso a servicios básicos, como salud y vivienda.
- Dificultades económicas que impactan en la alimentación y el bienestar.
El desarrollo físico y cognitivo en los primeros años de vida es clave para la adultez. Si un niño nace en condiciones desfavorables que persisten en el tiempo, será más difícil superar sus efectos a futuro. La “pesada mochila” de la que hablamos no es solo una metáfora: inseguridad alimentaria, enfermedades y falta de estímulos pueden limitar el crecimiento y el aprendizaje.
Cuatro décadas de cambios
En 1980, la TMI en Argentina era de 32 por cada 1.000 nacidos vivos: 1 de cada 30 niños no llegaba a su primer año de vida. Con el tiempo, esta cifra ha descendido hasta el 8 por 1.000 actual, gracias a mejoras en infraestructura, avances tecnológicos en salud y la reducción de factores como infecciones o desnutrición.
Sin embargo, esta disminución no ha sido uniforme en todas las regiones. Aunque todas las provincias han reducido su TMI en las últimas cuatro décadas, las brechas persisten. En el noreste argentino (NEA), por ejemplo, las tasas actuales son similares a las que tenía la Ciudad de Buenos Aires en la década de 1990.
El análisis de la evolución de la TMI en distintas regiones del país muestra que:
- CABA ha tenido históricamente la tasa más baja de mortalidad infantil.
- La Provincia de Buenos Aires y otras provincias de la zona central han mostrado un descenso progresivo.
- El NOA y NEA comenzaron con niveles más altos de mortalidad infantil en 1980 y, aunque han reducido su TMI, siguen presentando valores más elevados que el resto del país.
La pregunta clave es si las regiones tradicionalmente más desfavorecidas seguirán acercándose a los niveles nacionales o si la brecha se mantendrá. Lamentablemente, la disponibilidad de datos no permite analizar en detalle la situación dentro de la Provincia de Buenos Aires, especialmente en el Gran Buenos Aires.
Pese a que la proporción de mortalidad de los menores de un año es hoy mucho menor, esta proporción puede variar geográficamente y ser más alta en ciertas regiones del país y también cambió en el tiempo: ciertamente era mayor si revisamos la información año a año de la que disponemos desde 1980, provincia por provincia.
En las últimas cuatro décadas, grandes cambios han salvado miles de vidas en niños menores de un año. No ha sido un proceso rápido, sino un descenso gradual pero sostenido. Las provincias con mayores desventajas han logrado disminuir sus tasas, pero todavía enfrentan desigualdades que impactan en la infancia.
Grandes cambios han salvado miles de vidas en niños menores de un año. No ha sido un cambio rápido, sino un descenso gradual, pero sostenido. Las provincias que anteriormente eran muy desfavorecidas (NOA+NEA) se han “acercado” marcadamente a la TMI promedio de nuestro país.
La TMI nos dice mucho más que cuántos niños sobreviven al primer año de vida. Es un indicador que refleja inequidades más profundas y nos recuerda que, aunque se han logrado avances, aún queda trabajo por hacer para garantizar que todos los niños crezcan en condiciones de bienestar.